CONFESIÓN SIN PALABRAS
Yo era el gerente la empresa. El presidente tenía
plena confianza en mí. Dos semanas antes de Navidad comenzaban a llegarme
felicitaciones de todas partes. Los regalos y las cestas los recibía en mi
domicilio.
Antes del verano hubo un problema grave. Faltó dinero
en la cuenta y no puede aclarar el desfalco. El dueño de la empresa me despidió
sin contemplaciones. De la noche a la mañana desaparecí del mapa. Nadie movió
un dedo ni dijo una palabra en voz alta. Sin embargo, alguien de confianza me dijo días después que sospechaba
de dónde provenía el fiasco. Yo callé. No quería revolver el tema. No tenía
constancia. Debía haberlo detectado a tiempo.
Estoy en el paro, a la espera de algo, pero a mi edad
es difícil conseguir un puesto directivo. O simplemente un puesto de cierto nivel.
Y menos con los antecedentes en mi anterior empresa.
Este año no llegarán cestas ni regalos de Navidad a
casa. Mi mujer me mira de reojo, afligida por mi desamparo. Yo le quito
importancia, trato de animarla, le digo que a veces la vida es justa. Ella sabe
que yo no fui el culpable de aquello.
Inesperadamente, el 15 de diciembre ha venido a
saludarme el hijo del dueño de la empresa de la que fui despedido
fulminantemente. Me ha dicho que su padre ha muerto hace dos semanas. Para él
ha sido un golpe terrible. Ha reflexionado. Ha hecho balance. Ha tomado conciencia.
Ahora tiene la responsabilidad del negocio.
Las cosas no van del todo bien desde que me fui. Mientras hablaba, he advertido cierta
incomodidad en sus palabras y he creído ver tras su mirada la sombra de un
secreto. La conversación ha versado sobre la posibilidad de mi regreso para
ocupar el puesto del que fui despedido.
Inmediatamente le he dicho que sí. Con las mismas
condiciones. Me lo ha agradecido con un apretón de manos. Luego nos hemos dado
un abrazo. El hombre ha respirado hondo.
El próximo 2 de enero vuelvo al trabajar. Al
despedirse, con un estremecimiento que no me ha pasado desapercibido, me ha
entregado un sobre que contiene un cheque.
Como anticipo y para que celebréis la Navidad, me ha
dicho.
Cuando se ha ido, he comprobado que la cantidad
coincide con la del desfalco que hubo antes del verano.
Una confesión sin palabras.
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