OSTRAS
Soy un tipo muy precoz. Recién cumplidos los 3 años entendí
perfectamente en qué consistía el Camino de Santiago. Lo expliqué en casa y mis
padres me miraron con incredulidad. Pero tengo un tío muy inteligente, un
hermano de mi progenitor, que me aplaudió. A veces he sospechado que... Pero no, vade retro. Cuando advertí el gran
parecido con mi tío, me dio por imaginar conflictos familiares si seguía cultivando
aquella sospecha, así que desistí. Fue él quien me regaló un triciclo al
cumplir los 4 años. Me reafirmé en mi intención de hacer cuanto antes el Camino.
Aseguré que lo haría en aquel triciclo. Todos me miraban con incredulidad,
menos mi tío. Un día me llevó a un descampado y dibujó sobre la tierra un gran
mapa de España. Luego fue señalando los principales hitos del Camino. Cuando
terminó su faena, cogí mi triciclo, lo coloqué en la línea fronteriza con
Francia, monté en él y fui pedaleando hasta Roncesvalles. Hice allí la primera
parada. Me bebí un vaso de cola cao bien caliente y seguí de tirón hasta
Estella, bonito pueblo. A los pocos minutos ya estaba de camino hacia Logroño,
gran ciudad. El resto del Camino fue coser y cantar. Para el mediodía había
llegado al final. Mi tío, testigo de mi hazaña, invitó a comer a toda la
familia. Lo contó. Fue la primera vez en mi vida que probé las ostras.
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