AMALIA Y EL RÍO
Bien pudiera titularse esta obra,
presentada en el Teatro de la Estación el pasado fin de semana por la compañía
Teatro Guirigai, con Magdalena García Arenal y Cándido Gómez como intérpretes,
en una dramaturgia creada y dirigida por Agustín Iglesias, como ‘Contrabando en
la frontera’, aludiendo al título que el profesor de antropología de la
universidad de Extremadura, Eusebio Medina García, dio a ese penoso fenómeno
que tuvo como escenario, no solo la frontera de Portugal, en este caso el río
Guadiana a su paso por aquella región, sino también la de Francia, durante la
primera década de la dictadura franquista, e incluso más tarde.
La acción se centra en la primera de
las citadas, entre las poblaciones de Badajoz y Olivenza, y responde a la
historia real de Antonia ‘La Lirina’, que realizaba el penoso trabajo de
contrabandista para sobrevivir y aportar algún dinero a la débil economía
familiar que encabezaba su marido, zapatero remendón, hasta que este falleció y
la mujer tuvo que emigrar a Barcelona con sus ocho hijos a mediados de los años
60.
El espectáculo impresiona por la
rotundidad de la puesta en escena en un escenario dominado por la confusión de
objetos y la vitalidad de la protagonista, contrapunteada eficazmente por el
antagonista masculino que realiza diferentes papeles, con un sesgo común: la
jactancia del hombre, su astucia, su falta de honestidad unida a un sentido
festivo de la vida con ánimo de conquista y de dominio sobre la mujer.
Excelente la pluralidad de registros que muestra Cándido Gómez en su desaliño
indumentario, gestual y verbal.
La protagonista, Magdalena García Arenal
en su papel de Amalia, desarrolla una actuación más uniforme dentro de la multiplicidad
de situaciones que aborda, resultando en ocasiones un tanto reiterativa, aunque
remediando esta circunstancia con su expresividad, tanto en gestos como en
lenguaje.
La música de época que subraya
diversos pasajes de la trama, está bien seleccionada y contribuye a situar
históricamente la obra.
Este impactante retrato de la España
profunda y miserable en sus escalas bajas, hace casi ocho décadas, en el que
las fuerzas del orden participan negativamente, además de ciertos resabios
políticos, como las alusiones a la División Azul, deja un sabor al mismo tiempo
ácido y amable en la realista puesta en escena del Teatro Guirigai.
Francisco Javier
Aguirre
No hay comentarios:
Publicar un comentario