LOS DIOSES Y DIOS. Crónica Teatral
La capacidad de vincular el pasado
con el presente al mismo tiempo que se niega el futuro es una estrategia que
Rafael Álvarez ‘el Brujo’ desarrolla con absoluta facilidad vehiculando
nociones eruditas con reflexiones vulgares al mismo tiempo que proclama la
excelencia de lo cutre y la locura de lo exquisito que entra por los ojos y los
oídos de los espectadores creando una sensación unitaria de lo disperso que al
mismo tiempo desempeña funciones de catarsis y de exaltación utilizando
recursos que van desde la teología hasta el cinismo pasando por la referencias
más lúgubres a la actualidad informativa que nos hace transitar entre miedos y
elucubraciones conducentes a la confusión por la que abogan tanto algunos
medios informativos como algunas fuerzas económicas dispuestas a trasladar a la
ficción las realidades más sangrantes de la cotidianidad que no dejan de
repetir secuencias del pasado mítico recogidas por la tragedia griega o por la
comedia latina de Sófocles a Plauto cuando son representadas en los renacidos
teatros romanos de Mérida donde el propio actor que no renuncia a ser trágico y
cómico al mismo tiempo ha interpretado sus nociones de erudición adobadas de
reflexiones filosóficas con el apoyo instrumental de algunos elementos sonoros
que han ido enriqueciendo su discurso verbal con ecos estratosféricos
reclamando atenciones e intenciones que despiertan la indignación y al mismo
tiempo el aplauso de los espectadores que incluso se alzan en bloque al
finalizar la función danzando con los brazos en alto y al compás porque con
toda seguridad sus recursos expresivos perdurarán a lo largo de los siglos
cuando menos hasta el día después de que acabe la eternidad aún cuando la
física augure otros perfiles a la existencia del universo que no será capaz de
anular aquellas vivencias profundas que anidaron en el corazón de los
espectadores del zaragozano Teatro de las Esquinas las tres noches en las que
el Brujo realizó sus exorcismos gestuales y vehiculares exaltando los ánimos al
mismo tiempo que limpiaba los corazones y aligeraba las mentes de quienes sin
tener en cuenta datos como la edad o la experiencia de la vida intentaban
aprender que la felicidad es cosa de minutos o incluso de dos horas de abandono
a las palabras y a los gestos de quien provoca lo mismo la risa que la
reflexión hablando de los dioses antiguos y de los actuales entre los cuales
cada uno de los asistentes puede elegir y hasta identificarse bien sea piadoso
o incrédulo porque en todos los órdenes de la sabiduría la frecuencia
vibratoria de la materia supera a las especulaciones de la espiritualidad ya provengan
de las realezas de este mundo o de la irrealidad que gobierna artificiosamente la
vida del cómico desde su más tierna antigüedad de monaguillo piadoso que provocaba
genuflexiones entre las devotas damas sin que ello derivara en tortícolis agudas
de las rodillas sino que más bien despertaba en sus espíritus efluvios de
eternidad.
Francisco Javier
Aguirre
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