jueves, 2 de enero de 2014

UNA MANADA DE LOBOS



Disonancias, 23

UNA MANADA DE LOBOS

Francisco Javier Aguirre


Dicen los expertos que los lobos suelen actuar en manada y que combaten entre ellos psicológicamente, más que de forma cruenta. Normal. Al fin y al cabo son animales, no bestias feroces. Como ocurre con los humanos, entre quienes hay más animales que bestias despiadadas, afortunadamente. Cuando los humanos actúan en manada, es frecuente que se ataquen como lobos. Ya lo sentenció el comediógrafo Plauto y lo universalizó Hobbes recurriendo al lenguaje clásico: ‘Homo homini lupus’.
Los dramaturgos recurren y recrean continuamente los pensamientos de sus antecesores para expresar situaciones que varían poco en el tiempo. En la creación literaria, de la que forma parte el teatro, todos los grandes temas han sido abordados desde antiguo; pero no dejan de ser apasionantes los nuevos modos de contar.
Aunque la obra de  de Liliam Hellman titulada ‘The Little Foxes’ fue escrita en 1939, la situación que plantea es absolutamente transferible al mundo de hoy. Se ha traducido como ‘La loba’ porque hacerlo más literalmente como ‘Las zorritas’ o ‘La zorra’ tendría connotaciones equívocas en nuestra cultura. Al margen de esa modificación, la versión que se ha ofrecido durante el pasado fin de semana en el Teatro Principal de Zaragoza respeta el texto de la autora norteamericana, conocida por su activismo social contra el sistema capitalista que ha acabado por imponerse tanto en su país como en el resto del mundo, con muy pocas excepciones.
El drama, con esporádicas situaciones cómicas, describe el feroz combate por el dinero y el poder en el seno de una familia de negociantes venidos a más en una pequeña ciudad de Alabama, al sur de los Estados Unidos, a finales del siglo XIX. Una mezcla explosiva de codicia, insidias, mentiras y traiciones enfrenta a los hermanos Hubbard, dispuestos a destrozarse entre sí con tal de alcanzar sus objetivos. Entre ellos, Regina, la hermana mayor caracterizada en la obra como La Loba, es el paradigma de la manipulación y la astucia. Desprovista de todo sentido ético, deja incluso morir a su marido para conseguir las vanas ilusiones que ha acariciado durante toda su vida.
El dominio progresivo de una nueva clase social enfocada en el lucro a cualquier precio, con una filosofía basada en la especulación como principal recurso financiero, ha dado como resultado la situación social que hoy se padece en nuestro país y en muchos de nuestro entorno. No digamos nada si enfocamos la mirada hacia los llamados eufemísticamente ‘en vías de desarrollo’. La obra es un alegato en toda regla contra esta lacra que seguirá ahogando a nuestra sociedad, vanamente empeñada en volver a las andadas.
Pero hablemos de teatro. El montaje de Gerardo Vera no alude a la situación actual. Ha preferido quedarse en un historicismo riguroso y ha ambientado la obra en el tiempo y espacio diseñados por la autora. La escenografía es magnífica, a la vieja usanza, rechazando el funcionalismo y el reduccionismo a los que se han plegado otros directores contemporáneos. La caracterización de los personajes, el vestuario, la iluminación, la música y el resto de los elementos escenográficos responden a un patrón clásico, sin prescindir de las posibilidades tecnológicas actuales en cuanto a la utilización del video, por ejemplo, para expresar la transición temporal.
El elenco de actores es extraordinario. Encabezado por Nuria Espert, magnífica en conjunto pero con algunos síntomas de cansancio al final –no en vano camina hacia los 78 años y su papel es de gran intensidad–, cuenta con la participación del actor aragonés Ricardo Joven, a un gran nivel, al igual que el resto de sus compañeros de reparto.


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