ROBERTO ZUCCO. Crónica Teatral
Durante muchos decenios, en el siglo pasado y a
comienzos del presente, fue Zaragoza una ciudad modélica en cuanto a su
atención, tanto cualitativa como cuantitativa, al fenómeno cinematográfico. Con
el nacimiento y crecimiento de las plataformas digitales, las salas de cine se
han reducido. Situación lamentable que responde al signo de los tiempos.
Como contrapeso, el mundo teatral se ha
enriquecido durante los últimos años con la pujanza de las empresas privadas,
entre ellas el Teatro de Las Esquinas, y sobre todo con la creación de las Escuelas
de teatro vinculadas a varias de ellas, que suman a los méritos indudables de
la Municipal.
Pero aquí se trata del Aula de Teatro Amateur de
la mencionada empresa, ya en su décimo aniversario, que desde 2018 ha propuesto
espectáculos de alto nivel, entre los que deben mencionarse las obras ‘Presas’,
dirigida en 2019 por Rosa Lasierra, ‘Yerma’, que estrenó en 2020 Laura Plano, ‘El
último gallinero’ del pasado 2022, dirigida por Marian Pueo, y la que es objeto
de este comentario, ‘Roberto Zucco’, estrenada el pasado 2 de junio, y de nuevo
dirigida por Marian Pueo.
Poner en escena esta pieza de Bernard-Marie Koltès,
uno de los epígonos del ‘teatro de la crueldad’ francés, tiene mucho merito. Iniciada
la corriente por Antonin Artaud a comienzos del siglo XX, cuenta entre sus
autores a dramaturgos disidentes tan significativos como Michel de Ghelderode,
Jean Genet, David Mamet, Peter Weiss, Harold Pinter e incluso al español
Fernando Arrabal, entre otros.
La propuesta del Aula de Teatro Amateur significa
un paso al frente de gran dimensión. La obra es compleja, intensa y exigente,
tanto en su desarrollo actoral como en su montaje escénico. La interpretación
de los catorce personajes que la articulan fue sorprendente, habida cuenta de su
estructura, la dureza de su trama, la multiplicidad de sus escenarios y la
distribución de los papeles desempeñados por unos actores y actrices no
profesionales.
La traslación a escena de la historia real de
Roberto Succo –su nombre auténtico–, un asesino en serie, desquiciado y
desquiciante, contó con un elocuente espacio sonoro de Alberto Tena y la
precisa iluminación de Tatoño Perales, así como el diseño de vestuario de Ana
Sanagustín, contribuyendo todos ellos con su experiencia en estas lides, a la
excelente puesta en escena de Marian Pueo, capaz de montar siete espacios
distintos: una cárcel, una comisaría, un hogar, un parque, una estación, un
ferrocarril y un prostíbulo con unas simples vallas metálicas, manejadas con
precisión simultánea por los intérpretes.
Francisco Javier Aguirre
Un disfrute total! Dos horas sin pestañear !! Un gran trabajo por parte de todos !!
ResponderEliminarEnhorabuena
Sorprendentes la capacidad actoral de unos amateurs, la precisa integración del conjunto y un montaje de gran significado. Gracias por la atención.
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