LA HISTORIA INTERMINABLE. Crónica Teatral
Es un riesgo indudable trasladar al escenario
un texto narrativo que trata de vehicular la realidad con una fantasía cuyo eje
conductor propende a desembocar en ‘la Nada’. Dicho riesgo se ha corrido por
partida doble, puesto que ‘La historia interminable’ de Michael Ende no sólo ha
sido escenificada, sino también musicalizada. El Teatro Principal ha aceptado
ese reto programando el espectáculo durante tres semanas, a partir del pasado
viernes, día 8, aunque apostando sobre seguro tras los varios meses de éxito de
la obra en el Teatro Calderón de Madrid.
Para
degustarla en su versión escénico-musical resulta muy conveniente haberla
leído en su versión literaria, aparecida en 1979 y ampliamente difundida tras
el impacto causado dentro del género. Se trata de uno de los libros narrativos
que marca un antes y un después respecto al valor de la fantasía frente a las
simples crónicas o reconstrucciones de la realidad, antigua o moderna. Hay
gustos para todos y cada lector tiene su opinión al respecto.
Volviendo
al espectáculo ofrecido en adaptación musical hay que destacar la precisión en
el ritmo y la excelencia del montaje, con numerosos cuadros escénicos que
exigen un diseño previo muy cuidado. De hecho, la sesión comienza con un
cortometraje en el que se explica el proceso de creación y construcción de la
obra.
La
música sigue los patrones habituales empleados por el compositor Iván Macías,
indudablemente influido por la larga y poderosa trayectoria de Broadway, aunque
se haya incluido algún número de resonancia más castiza. Especial relieve,
desde el punto de vista coreográfico, tiene la ‘danza de los pájaros negros’,
magnificando el reputado claqué de la tradición norteamericana.
La
adaptación del texto literario por parte de Félix Amador es correcta y
sintetiza de forma adecuada el argumento. Hay que advertir, sin embargo, que
para profundizar en el contenido ideológico que trasciende de la narrativa se
necesita una cierta capacidad de reflexión, independientemente de la edad del
espectador. Es decir, que los niños y adolescentes ‘despiertos’ pueden captar la
sutileza de los mensajes que se entrelazan con la trama.
Lo
que realmente singulariza a esta producción es el uso de la técnica denominada
animatrónica, que impacta al espectador y consigue efectos especialmente
realistas con la aparición del caballo de Atreyu, Ártax, así como la del
benéfico dragón Fújur, e incluso la de las rocas parlantes, que en su momento
dieron nombre al grupo de pop-rock Vetusta Morla.
Francisco
Javier Aguirre
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