MAQUIAVELO. Crónica Teatral
Se atribuye a Maquiavelo esta sentencia
apodíctica de que 'El fin justifica los medios' utilizada en la política y en
otros asuntos humanos, aunque no todo el mundo esté de acuerdo en que sea el
autor. Sin embargo, de su obra ‘El príncipe’ puede extraerse esta conclusión.
Una fórmula que se aplica, sea de quien fuere, desde el principio de los
tiempos en los que alguien tuvo mando sobre un conjunto de humanos.
En ‘Maquiavelo’, la sorprendente
representación ofrecida por el Teatro de Las Esquinas el pasado 28 de
septiembre, el guión de la obra ofrece algunos episodios históricos en
retrospectiva para confirmarlo.
El desarrollo argumental, escrito por
Chema Cardeña, es tan simple como complejo, valga la paradoja: un político de
alto nivel, interpretado por José Vicente Moirón, con dirección y dramaturgia
de Pedro Luis López Bellot, personifica al prototipo del gobernante democrático
que desarrolla su papel en el mundo contemporáneo. Puede ser España u otro país
de su calibre, porque también la globalización ha causado sus efectos en este
campo. Pero incluso sin recurrir a este fenómeno contemporáneo, el perfil desborda
la cronología y la geografía.
El personaje representado por Moirón, es
fácilmente identificable, sin que ello signifique un nombre concreto o el líder
de un partido determinado. Hoy la alta política funciona así. La alta política,
por cierto, está cada vez más baja, sirva de nuevo la paradoja, no solo en
valores morales o éticos sino también en cuanto a su nivel de representación.
Quien haya estado en contacto con las llamadas ‘autoridades’ –es distinto tener
autoridad que ostentar poder–, puede dar fe de ello y elaborar un listado con
nombres y apellidos, no solo en la política nacional, sino también en la
regional, la provincial y la municipal. No todos los políticos son iguales,
pero abundan los que cada vez se parecen más al descrito en ‘Maquiavelo’.
Pasando de las musas al teatro, la
concepción escénica y el montaje de la obra impactan por su versatilidad, la
oportuna combinación de medios expresivos, sea en la voz, sea en la
gesticulación, sea en los recorridos espaciales, sea en los sobreentendidos que
se derivan de las conversaciones telefónicas, sea también en el recurso al
chantaje y a cualquier otra fórmula de abuso de poder expresado con palmaria
verosimilitud por parte del actor.
El uso alternativo de la amplificación
de la voz o del susurro, las secuencias televisivas con su final en carta de
ajuste, las proyecciones en pantalla desde diferentes ángulos, con picados y
contrapicados, los mensajes grabados, la utilización del color o el gris neutro... todo tiene un
significado, todo encierra un mensaje que cala en el espectador y le estremece.
¿Hacia dónde caminamos en el orden político? ¿Tenían razón los escritores
analistas de la realidad a quienes se consideró agoreros hace algunas décadas,
algunos siglos?
Francisco Javier Aguirre
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