GAVIOTAS. Crónica Teatral
Las obras clásicas pueden tener lecturas modernas, incluso es conveniente que así sea para descubrir nuevos perfiles surgidos tras el análisis de la composición, e incluso sugeridos por la trayectoria posterior del autor.
Es el caso de ‘Gaviotas’, la obra presentada el pasado fin de semana en el Teatro de la Estación por la compañía madrileña Gritadero Teatro, bajo la dirección de Amanda Recacha y Rodolfo Sacristán. Una puesta en escena original, en la que se reducen a cuatro los personajes de la novela, ciertamente los más representativos, que no obstante adoptan papeles complementarios atendiendo a la composición narrativa de Chejov.
El continuo deambular de Eva Racionero, Sara Martínez y los dos directores ya mencionados, ahora en función actoral, así como su intercambio de papeles e indumentaria, les permite abordar temas de absoluta vigencia, como la precariedad laboral, la alternativa mundo rural/mundo urbano, el feminismo, el valor de la creación artística, sobre todo de la escritura, el paso del tiempo y el miedo a la muerte, la observación del entorno, incluido el público asistente, la desdramatización de la adversidad coyuntural y todo un cúmulo de situaciones que proponen el acercamiento de la obra de Chejov a nuestro tiempo, sin olvidar que somos fruto del pasado y que nos condiciona muy a nuestro pesar más de lo que desearíamos.
La obra, escrita hace más de un siglo, tiene uno de los comienzos más tristes del teatro moderno: un maestro le pregunta a Masha por qué viste siempre de negro y ella responde: “Es el luto por mi vida. Soy desgraciada”. Síntesis enorme para retratar el dolor crónico. Una mujer se oscurece de manera explícita porque a ella no le tocó nunca ser elegida o amada. A partir de ese diálogo inicial, la obra desarrolla en una trama coral el desamor.
Kostia escribe obras, pero su madre cuestiona su falta de talento. Ella es actriz y es la pareja de Trigorin, un escritor famoso. Nina, también actriz y novia de Kostia, se enamora de Trigorin. Él también de ella. Madre e hijo sufren el mismo desengaño amoroso. Como testigo, siempre está Masha, espectadora de la tragedia que tiene algunos de los parlamentos más duros de la obra, como un personaje secundario que se eleva poética y simbólicamente frente a la falta de un protagonismo que no tuvo en su vida. Ella ama a Kostia aunque él nunca se entere. El simbolismo que transita a lo largo del texto rompe con el realismo que aparentemente lo sustenta.
Chejov escribió una radiografía cruel y a veces ridícula de una cadena de desencuentros en los que el narcisismo, el miedo y la falta de voluntad parecen fuerzas mucho más poderosas que el amor. Estos ambientes densos y ese vacío estructural que lo envuelve todo, es transformado ahora en tragedia cómica por Gritadero Teatro en su versión de ‘Gaviotas’.
Francisco Javier Aguirre
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