PARÍS. Crónica Teatral
Si la experiencia es un grado
en todos los órdenes de la vida, también en el teatral, Paco Ortega y Rafael
Campos la multiplican por dos, e incluso por tres, porque en la obra conjunta
que han presentado en el Teatro del Mercado el viernes, día 1 de marzo, hay un
tercer personaje que da título a la pieza: París como concepto, más que como
destino geográfico.
Incluso podría ser que multiplicaran por cuatro, porque Ágatha, con esa H intercalada en la intimidad de su nombre, es un vértice y un vórtice donde convergen las ansias y los delirios de los dos personajes indistintos que pululan por el escenario.
Tan indistintos, afines e intercambiables que se llaman Uno y Dos alternativamente, aunque pretendan las mismas cosas en
orden inverso, consolidando un trabajo interpretativo del máximo nivel sobre un
texto que bebe de las fuentes prístinas del teatro del absurdo, vehículo
necesario en todo tiempo, y cada vez más, para conseguir integrar la patología
mental que nos inunda.
Con un dominio preciso y
perfecto de los recursos escénicos, llámense voz, mirada, gesto, paso, postura
o silencio, los intérpretes asumen una responsabilidad compartida en la
dramaturgia y la dirección del espectáculo cuyo texto, aun perteneciendo de
inicio a Rafael Campos, es asumido como propio por Paco Ortega, desatando una
comicidad sarcástica, a veces a flor de piel, a veces por el tránsito
subterráneo que a todo ser humano atento a la realidad le recorre.
El disfrute está asegurado
para quienes busquen una comedia que supere las barreras de la conformidad
mostrenca. Y todo ello adornado sintéticamente por esa especie de flor
sonora que es el vals ‘Bajo el cielo de París’, que Paco Aguarod ha ido
esparciendo por los sucesivos escalones de este espectáculo para que, desde la más
agreste realidad, ascienda a las alturas de los significados filosóficos.
Los más avisados hallarán diseminados por
los renglones de esta dramedia recién estrenada, trazos de Samuel Beckett, Sławomir Mrożek, Antonin Artaud,
Harold Pinter y hasta del excelso Ludwig Wittgenstein cuando concluye que el
silencio es la solución a todas las atrocidades y adversidades de la vida.
Francisco Javier Aguirre
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