RIJS–MENNSENS
Reflexión literaria sobre la novela de PABLO BARRENA
El ser humano es animal de
costumbres. Acepta lo anterior y se resiste a lo nuevo. Puede analizarse cualquiera
de los intereses que nos motivan y encontraremos lo mismo. Hace seis décadas,
cuando yo estudiaba el curso preuniversitario, era un
enorme devoto de Schubert, Beethoven y Chopin, entre otros genios de la música.
Alguien me invitó a conocer a Béla Bartok y me empeñé en ello, pero me costó
horrores integrar los entresijos de su obra.
Pasando al campo de la
literatura, en el que me quiero centrar, quiero citar a Miguel Espinosa, un
autor nacido en 1926 y fallecido en 1982. Según el profesor Tierno Galván, es
uno de los mejores escritores españoles del siglo XX. Gran parte de sus obras
se publicaron tras su muerte. No creo que tenga muchos devotos. Yo soy uno de
ellos y conozco a otro, precisamente quien me animó a leerlo, un compañero de
carrera en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense. Miguel
Espinosa, un hombre que despreció a quienes habitan la actualidad, según palabras
textuales de Almudena Grandes en el diario ‘El Mundo’, el domingo 26 de mayo de
1991.
Innovar en literatura es
muy difícil. Hay grandes maestros en el pasado que proyectan su sombra
permanente en el presente. Resulta complicado salirse del paraguas, tanto en la
poesía como en la narrativa. Quienes tratan de innovar en la estructura, trama,
personajes y demás elementos de una novela lo tienen difícil a la hora de
publicarla. Los editores no arriesgan, y tienen derecho a ello, porque saben
que el público lector es reacio a las innovaciones. Lo nuevo desbarata la
estructura conceptual y emocional con la que abordamos una novela.
Todo esto viene a cuento
de la última producción de Pablo Barrena, un madrileño que está involucrado
desde siempre en los ambientes literarios y que acaba de publicar RIJS-MENNSENS,
una narración compleja que se enmarca en un futuro impreciso que puede estar a
la vuelta de la esquina o tardar siglos en aparecer. No es cómodo asimilar tal
alternativa, pero sumergirse en la lectura de esta historia proporciona una gran
movilización de sensaciones, conceptos y emociones difíciles de encontrar en la
mayor parte de los libros de éxito que tanto se cotizan entre los lectores
convencionales, libros que promocionan sus editores y que copan los estantes de
las librerías.
No es posible predecir si
Pablo Barrena será considerado un genio que escribió a comienzos del siglo XXI
varias obras de anticipación o pasará de largo, como ha ocurrido con tantos
innovadores, y vuelvo al caso de Miguel Espinosa, quien apenas despertaría interés
entre los lectores del momento, aunque sí en quienes analizan la historia de la
narrativa del siglo XX en España.
Pablo Barrena circula por
senderos difícilmente transitables para una mente lectora acostumbrada a la fácil
costumbre, valga la redundancia. Existe la novela futurista, la distopía
literaria, pero también esta parece transitar por senderos previamente
delimitados por el mercado editorial. Salirse de ellos no resulta positivo comercialmente,
aunque su lectura proporcione unas perspectivas distintas que dinamitan los
horizontes de la realidad que complace tanto a unos como disgusta a otros.
La trama del libro nos
presenta a Juan, un humano procedente de una entidad cósmica, y a Teda, un ser también
humano, pero evolucionado a partir de un animal invertebrado, que habitan en un
planeta árido y en constante penumbra. Tratan de conseguir la paz entre los
Rijs, una tribu de cazadores, y los Mennsens, de vida sedentaria, que se enfrentan
utilizando armamento procedente de traficantes terrestres que son capaces de
navegar por mundos alternativos. Utilizando como plataforma una torre en cuyo
interior se generan fuerzas gravitatorias, se trasladan a un posible tiempo
futuro del planeta, poblado por gentes avanzadas tecnológicamente y con un
notable bienestar social. Pero de improviso son invadidos por un ejército espacial
que, a pesar de su capacidad destructiva, no produce daños importantes ni bajas
entre las personas.
La localización de los
hechos es múltiple, utilizando a veces una referencia concreta, como el puerto
de Avilés, y otras unas ciudades simbólicas, como las denominadas Afuera y
Adentro. A medida que avanza la acción, aparecen nuevos personajes que
consideran a los iniciales, lo mismo que a las tribus nombradas, como seres básicos,
elementales, ancestros de una estirpe ultra desarrollada de la que forman parte
Juana, Laura, Moi, Lote, Voz, Lua y Leo, algunos de los cuales tienen su origen
en la antimateria viva o proceden de burbujas vibratorias.
Lo que pudiera
considerarse una aventura espacial más, entre los miles de historias distópicas
existentes, desborda los cauces por los que transitan la mayor parte de ellas,
similares a los juegos informáticos de ciencia-ficción. La diferencia está en
el tono, la dinámica narrativa, la descripción de los protagonistas y el
lenguaje que utiliza el autor, claramente distinto en estructura, sintaxis,
imágenes, signos, claves y simbologías. Saber jugar con el crono, el logos, el
pathos y el ethos no está al alcance de cualquiera.
Francisco Javier Aguirre
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