LA PROFESORA. Crónica Teatral
Que el padre de una adolescente acuda a
una cita con la profesora y tutora de su hija en el instituto, es algo normal.
De modo que el comienzo de la comedia de Eduardo Galán titulada precisamente ‘La
Profesora’, que ofreció el pasado fin de semana el zaragozano Teatro de Las
Esquinas, se sitúa en lo que pudiéramos llamar un argumento diáfano.
Sin embargo, no lo es, aunque inicialmente esté oculto.
Poco a poco Isabel Ordaz, como América Alcalá, la profesora y tutora, secundada
por Marcial Álvarez, como Carlos Ortiz, el padre de Daniela, la alumna
problemática, irán desentrañando la madeja cuyos hilos aparentes ocupan la
primera parte de la obra, que puede inscribirse en lo que ahora se denomina ‘dramedia’.
Porque, por una parte, es un verdadero
drama el que un padre abandonado por su mujer no pueda controlar a su hija y, al
mismo tiempo, que una mujer viuda a punto de jubilarse, profesora y tutora de
la muchacha, no consiga enderezarla. Por no conseguir, tampoco logra entenderse
con Ortiz, y se prevale de su nivel académico para anonadarle con continuas
correcciones en cuanto a su lenguaje.
(Por cierto, he de decir entre
paréntesis que hay escritores y periodistas que lo usan reiteradamente mal en
algunas de sus expresiones escritas, como el uso de galicismos y la irregular utilización
del pronombre personal LE en lugar de LES).
Pero volvamos a la trama en la que se va
descubriendo que el verdadero problema del personaje ausente, aunque a menudo referenciado,
la adolescente Daniela, padece una distorsión de su identidad sexual que poco a
poco centra la trama, construida con diálogos inteligentes y salidas ocurrentes
por parte de ambos intérpretes, destacando la versatilidad expresiva de Isabel
Ordaz.
El resultado final de tan prolongado
contacto entre ambos protagonistas, a través de las tutorías, es una
aproximación personal que culmina con un baile conjunto que no resuelve el
problema identitario de Daniela, pero que de alguna forma augura su tratamiento
eficaz en el corto plazo.
Hay que destacar el excelente diseño del espacio escénico por parte de Mónica Teijeiro y el atinado uso de la iluminación debido a José Manuel Guerra, a los que acompaña el delicado espacio sonoro de Julio Awad, todo bajo la meticulosa dirección de Carla Nyman.
Francisco Javier Aguirre
No hay comentarios:
Publicar un comentario