LA
CÁRCEL REDENTORA
Leí
hace poco en una red social un confuso comentario sobre las cárceles,
atribuyéndoles la virtud de que los centros penitenciarios incrementan la
capacidad de delinquir en los internos. Dicho de otra forma, que las
estrategias de reinserción son contraproducentes, que no logran sus objetivos.
Evidentemente, estoy en desacuerdo con esa opinión. Tras quince
años colaborando con funcionarios y otras personas responsables de la
reinserción a través de actividades docentes, deportivas y culturales, y de
participar en el programa de ‘población reclusa’ de Cruz Roja Española, a cuyo
voluntariado pertenezco desde hace una década, estoy en absoluto desacuerdo con
la opinión expresada confusamente por alguien en sentido contrario.
He tenido la fortuna de ser testigo de cambios radicales en la
conducta de ciertos internos. He descubierto sentimientos ocultos por los
avatares de la vida, he recibido confidencias y hasta confesiones más allá de
lo jurídico, he experimentado en directo el agradecimiento de algunas personas
conscientes de que quienes íbamos allí voluntariamente lo hacíamos porque los
considerábamos personas con todos sus derechos a la cultura y el conocimiento.
Una cultura y unos conocimientos que tal vez la vida les había negado por nacer
en ambientes degenerados o en familias desestructuradas. A veces por sentirse
oprimidos laboralmente e incluso por padecer dolencias psíquicas que nadie
atendió a tiempo.
En definitiva, el centenar de personas vinculadas al extenso
campo de la cultura que han participado en los programas que pude coordinar de
acuerdo con los funcionarios responsables y con las directrices de Cruz Roja,
me han confirmado sin ninguna excepción que para ellos la experiencia ha
resultado altamente positiva. Más de uno mostró su reticencia inicial, pero
tras la experiencia volvió a repetirla motu propio.
Otra circunstancia importante de estos quince años de
convivencia con ese conjunto humano tan especial ha sido el conocimiento
intelectual y la riqueza emocional que hemos atesorado a partir de los
internos. Ese centenar de personas que hemos participado en estas actividades,
nos hemos relacionado con personas deseosas de cambiar, de aprender y de abrir
horizontes. No todo el mundo tiene esta actitud dentro de los centros
penitenciarios, pero basta que una persona reciba a través de este
procedimiento instrumentos que mejoren su vida, para que el trabajo realizado
merezca la pena.
(Artículo publicado en ARAGÓN DIGITAL el 17 de octubre de 2023)
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