TODAS LAS MENTIRAS. Crítica literaria
El refinado bisturí literario de Carlos Manzano deja en carne viva a los
personajes de su última novela ‘Todas las mentiras’ publicada por La Fragua del
Trovador. Como es preceptivo, es al protagonista, Isidro Trigo, a quien
aplica las técnicas de disección a su alcance, que son variadas y
eficaces.
Un hombre vulgar, uno de tantos oficinistas como pululan por el universo
burocratizado en el que sobrevivimos, es el polo de atracción del afinado y atinado análisis que, a través de él, realiza Manzano de la sociedad contemporánea. Con
una precisión milimétrica va diseñando los diferentes estratos de la
personalidad de un hombre recién separado de su mujer por decisión de ella.
Sorprendido en un inocente contacto con una menor, conocida a través de las
redes, se ve obligado a a abandonar el hogar y a refugiarse en un hotel.
Pasados unos días, encuentra una habitación disponible en casa de una mujer,
Maricarmen, de un perfil impreciso desde el punto de vista vital y laboral,
aunque no desde el erótico porque todos los indicadores la señalan como
lesbiana.
En el catálogo femenino que maneja Manzano figuran otros seres de menor
relieve, como su ex mujer, la hija de ambos, las dos parejas de Maricarmen y
Laura, la secretaria del director de la empresa donde trabaja Isidro, que va
ganando peso a lo largo de la trama para perderlo al final. Es el punto de
desconsuelo, por una parte, y el acicate, por otra, que obliga al protagonista
a tomar las riendas de su existencia.
En el catálogo masculino figuran sus compañeros de trabajo y un amigo
eventual, que vive en la vorágine. Isidro se niega a entrar en ella a pesar de
su soltería y esquiva cualquier tipo de dependencia hasta el punto de renunciar
a su puesto de trabajo.
El final de la narración es un canto a la esperanza porque da opción a un
renacimiento y al recrecimiento del personaje que, por último, ha tomado el timón
de su futuro.
Es prodigiosa la habilidad con que Manzano va analizando fibra a fibra las
interioridades de Trigo hasta dejarlo desnudo. Nos muestra a un ser
prototípico, un ente sin relieve de los que pululan en el mundo contemporáneo,
un modelo de la inconsistencia predominante en la sociedad actual, un hombre
resignado a pastar en los eriales de la duda, en los vórtices de la
resignación, en los abismos de la falta de significado.
Francisco
Javier Aguirre
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