viernes, 7 de junio de 2024

LA MADRE. Crónica Teatral

 

LA MADRE. Crónica Teatral

La vida es un vector en una sola dirección, asegura un principio filosófico. Y Khalil Gibran, poeta, filósofo y artista libanés, tiene un hermoso poema que comienza diciendo

'Tus hijos no son tus hijos,
son hijos e hijas de la vida,
deseosa de sí misma.

'No vienen de ti,
sino a través de ti,
y aunque estén contigo,
no te pertenecen'.

Estos argumentos esenciales y existenciales los contradice la experiencia del ‘nido vacío’ cuando se convierte en patología. Eso ocurre en ‘La madre’, la obra de Florian Zeller que, bajo la dirección de Juan Carlos Fisher, se ofrece durante este fin de semana en el Teatro Principal de Zaragoza.

Aitana Sánchez-Gijón, como Ana, es la madre desequilibrada que no soporta la ausencia de su hijo Nicolás, a quien da vida escénica Alex Villazán, y mantiene una pugna constante con su marido, interpretado por Juan Carlos Vellido, participando también Jùlia Roch en el papel de la novia de Nicolás. 

Ya la presentación de la obra es impactante con la protagonista paseando meditabunda por el escenario un cuarto de hora antes de que comience la función que estalla en un estruendoso inicio sonoro, diseñado por Joan Miquel Pérez, con reiteraciones y variantes que marcan el cambio del tiempo y el espacio.

La reiteración es una estrategia que el propio Florian Zeller incluye en su dramaturgia para mostrar el desequilibrio de la protagonista, que confunde el antes y el después de forma permanente, vivencia situaciones fantaseadas y que incluso al final da a entender un supuesto crimen a manos de su hijo. 

El escenario muestra un muro blanco con una fractura simbólica, que en determinado momento estallará para mostrar la ruptura total de la vida de la protagonista, ingresada en un hospital como consecuencia de su paroxismo patológico.

La interpretación del conjunto actoral está muy estudiada y consigue mantener en vilo al espectador, consciente de que está sometido a un juego de significados más allá de la anécdota.

No existe didactismo alguno en la trama, sino una cruel exposición de los límites humanos para asumir la soledad, el vacío y el paso del tiempo.

Francisco Javier Aguirre

 

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