RABIA. Crónica Teatral
Claudio Tolcachir, que dentro de un año alcanzará
el medio siglo, es un afamado actor, dramaturgo y director teatral de origen
argentino pero también arraigado en España a través del espacio Timbre 4 que regenta
en Madrid, como sucursal de apoyo de su empresa bonaerense.
El pasado
sábado, día 4, presentó en el zaragozano Teatro de Las Esquinas una versión dramatizada
de la novela ‘Rabia’ del también argentino Sergio Bizzio,
adaptada por Tolcachir en
colaboración con Lautaro Perotti, María García de Oteyza y Mónica Acevedo.
Conocíamos desde hace tiempo a Tolcachir por obras
propias como ‘La omisión de la familia Coleman’ o ‘Tercer Cuerpo’, presentadas
en Zaragoza, e incluso como director de la versión dramatizada por Eduardo Galán
de la novela de Miguel Delibes ‘Las guerras de nuestros antepasados’ que tuvo su estreno
absoluto en nuestro Teatro Principal a comienzos de 2023.
Ahora retorna a su papel de actor con ‘Rabia’, dirigida por él mismo y por Lautaro Perotti, sobre una dramaturgia
sintética que utiliza una escalera giratoria para servir de soporte a la acción, apoyada también en sonidos imprecisos y
ángulos de luz sugerentes.
La historia de un asesino llamado José María, atrapado voluntariamente en
los espacios poco habitados de una mansión, llega a empatizar con el espectador
mientras el protagonista va evolucionando a lo largo de varios meses dedicados
al autoconocimiento y a la observación minuciosa de cualquier ruido o rumor que
transcurra en el edificio donde su novia realiza las funciones de criada.
Claudio Tolcachir consigue que la sinuosa trama se instale en la cabeza del
espectador y le transmita unas insospechadas dosis de simpatía, al mismo tiempo
que la impregna de un sentido poético y simbólico en el que cabe tanto la
ternura como el humor negro, hasta llegar a un final presagiado por el título, pero en cierto modo
inesperado, que es el que da sentido tanto a la novela como a su versión
dramatizada.
Todo ello adobado por la precisa vocalización del actor, su gestualidad y sus movimientos voluntariamente inseguros, más la cálida eufonía de su acento rioplatense.
Francisco Javier Aguirre
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