UN DÍA FELIZ. Crónica Teatral
No es que los fantasmas resuciten, sino que nunca
mueren. Ese es el punto de partida antropológico del que nace la divertida
pieza UN DÍA FELIZ que la compañía Teatro Che y Moche está representando estos
días, hasta el próximo domingo 12 de mayo, en el zaragozano Teatro del
Mercado.
Tres miembros de una familia
eslava, los Poliedrich, que se suceden generación tras generación, van contando
sus avatares, venturas y desventuras a lo largo del siglo XX, desde la Gran
Guerra, pasando por la Revolución bolchevique y la Segunda Guerra Mundial,
hasta desembocar en la más candente actualidad, estratégicamente representada
por explosiones destructivas que resultan fáciles de ubicar.
Los Poliedrich proceden de un país
exótico y remoto, Galaspi, aunque está situado cerca de Varsovia: tan próximo
que puede verse desde la capital polaca y acceder a él atravesando simplemente
el río Vístula.
Las tres generaciones de fantasmas
repiten no solo su trayectoria, sino también sus nombres: Yuri, Zoltán y Ioaquím.
Les dan vida en un permanente renacimiento Kike Lera, Sergio Domínguez y
Joaquín Murillo, que además dirige la obra, en la que tiene un papel
fundamental Tereza, una violinista que sirve de enlace entre las diversas
épocas en que transcurre la acción.
Teresa Polyvka es una artista que entra en la comedia con su
virtuosismo en ristre, tanto utilizando el violín como el acordeón. Los tres
miembros de la familia Poliedrich la integran en su vida y participan con
ella en el festival cómico-musical en que consiste básicamente UN DÍA
FELIZ. Los fantasmas se corporeizan de manera que interpelan al público y
hacen participar de su fiesta a varios espectadores.
Finalmente logran su objetivo, consiguiendo que durante hora y media logremos abstraernos con sus bromas y los divertidos juegos verbales que prodigan, de la opaca realidad que nos envuelve, sumergiéndonos en la felicidad puntual que nos procuran.
Francisco Javier Aguirre
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