ROMEO Y JULIETA. Crónica Teatral
El mito del amor impedido –que no imposible– lo consagró Shakespeare hace casi cinco siglos en su tragedia ‘Romeo y Julieta’. Adoptando y adaptando seguramente leyendas anteriores, como las de Girolamo y Salvestra (Boccaccio), y a un nivel más local la de los Amantes de Teruel, ha conseguido que su pareja de jóvenes amantes hayan inspirado a muchos músicos (Tchaikovski, Berlioz, Prokofiev...) y a varios escritores que, de una u otra forma, han retomado el tema para darle nuevos enfoques o profundizar en su mensaje.
Entre ellos, el austríaco Eberhard Petschinka, a quien se debe la versión de esta historia universal que se presentó el jueves, día 16, en el Teatro Principal. El anunciado protagonismo de Ana Belén y José Luis Gómez quedó truncado por una reciente lesión del segundo, que fue sustituido por Roberto Mori, intérprete alternativo de la obra en algunos de los escenarios previstos para la gira. En ese sentido, la representación no padeció en exceso, porque el sustituto masculino se desenvolvió con soltura.
El autor de la obra, versionada en español por Mateo Ruiz, plantea una alternativa fantástica determinando que los dos amantes resuciten al cabo de 50 días, por una parte, y de 400 años por la otra, lo cual crea una interacción a dos niveles, dada la distancia cronológica entre ambas resurrecciones, no siempre bien clarificada. El objetivo final es asegurar que el amor vence todos los obstáculos y que el paso del tiempo no es óbice para que un Romeo de 80 años y una Julieta de 70 puedan establecer una profunda relación íntima.
Por otra parte, esta versión de Petschinka incorpora a tres músicos que, al mismo tiempo, actúan en papeles secundarios de la trama, incluyendo de este modo leves ingredientes de comedia en lo que originalmente fue una tragedia. También permite lucir su voz privilegiada a Ana Belén.
La obra está bien diseñada escenográficamente, aunque en la sesión inaugural se detectaron fallos del sonido amplificado por parte de Julieta en determinadas posturas. Un asunto sobre el que habrá que reflexionar y debatir, a la vista de que se está imponiendo la amplificación del sonido en unos escenarios que fueron concebidos para la voz natural, por supuesto bien trabajada, articulada y proyectada por los intérpretes. Lo cual ha sido asignatura clave en las escuelas y academias de teatro, y debería seguir siéndolo.
Francisco Javier Aguirre
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