BURUNDANGA. Crónica Teatral
El primer acierto de esta comedia original de Jordi Galcerán, que se presentó el miércoles, día 5, en el Teatro Principal de Zaragoza, es su título. De entrada provoca la curiosidad, cuando no el morbo, porque burundanga es el nombre popular de un alcaloide, la escopolamina, que arrastra consigo muy mala prensa: la de ser el brebaje utilizado por algunos tipos infames para conseguir el sometimiento químico de las mujeres a quienes desean manipular a su voluntad, con fines habitualmente libidinosos.
Pero aquí no se trata de eso, y ahí está la gracia. Son precisamente ellas, las dos protagonistas de la obra dirigida por Gabriel Olivares, quienes van a usar la pócima para someter al novio de Berta mediante el sencillo procedimiento de hacerle beber una cerveza mezclada con escopolamina para que, una vez narcotizado, confiese que la ama de verdad, tras haberla dejado embarazada.
Con la colaboración de Silvia, farmacéutica en ciernes, que tiene acceso a la pócima inhibidora, que al mismo tiempo provoca un estado de sinceridad, averiguan inesperadamente que Manel, el novio de Berta, pertenece a la organización terrorista ETA.
Tras esta mayúscula sorpresa, aparece en escena Gorka, jefe del comando, que acaba de secuestrar a un rico empresario, Carlos, casualmente tío de Silvia, y lo conduce al piso donde viven las dos mujeres. También el recién llegado será objeto de la ingestión de la burundanga, que le hará confesar la situación de la organización terrorista, ya en absoluto declive, prácticamente desaparecida, lo que incrementará el enredo de la trama, que va explorando diferentes terrenos y ambientes de la comicidad hasta concluir de forma explosiva.
Los personajes están bien diseñados y el ritmo de la acción va in crescendo, de manera que se establece una complicidad entre ellos cada vez más integrada. Hay así un equilibrio actoral, de forma que el protagonismo va siendo compartido alternativamente por los cinco personajes.
Las dos mujeres convierten el espectáculo en algo más incisivo que una simple comedia, con sus diálogos sobre asuntos espinosos de la modernidad y de la feminidad sin caer en el histrionismo.
La escenografía diseñada por Anna Tusell es estática, pero permite la diversificación de las situaciones sin forzar los espacios.
Francisco Javier Aguirre
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