XIV FESTIVAL ZARAGOZA COMEDY. Crónica Teatral
Durante los últimos días de marzo y los primeros de abril se ha celebrado en el Teatro Principal la edición XIV del festival denominado Zaragoza Comedy. Parece impropio el segundo vocablo del título, que puede sustituirse un gozosamente por Comedia. No sé si se trata de una moda el denominar ciertos ciclos artísticos y literarios con su terminología inglesa o significa algo más; en cualquier caso, nada positivo, porque nada añaden salvo una muestra de sometimiento innecesario a un idioma que, por muy universal que sea, no mejora las prestaciones de la realidad.
Yendo al grano, en este festival han intervenido tres protagonistas de diferentes signos. Primero lo hizo una de las caras más conocidas del stand-up femenino (¿no puede sustituirse el anglicismo por una denominación propia?), Valeria Ros, de origen vasco, que realizó un programa titulado 'Mature' con ciertos apoyos videográficos para mejorar el espectáculo, pero le faltó lo principal: una dicción clara y un proceso argumental mejor definido. En este tipo de actuaciones interesan la trama y su forma, más que la puesta en escena.
Tratar del embarazo y la maternidad es algo magnífico, apóyese en la
experiencia propia o en la ajena, pero hay que desarrollarlo con coherencia y
sobre todo intentar que los elementos cómicos, los gags, lleguen a todo el
público, porque no se trata de una actuación en una sala de fiestas de pequeño
aforo. Hablar para un millar de personas no es lo mismo que hacerlo para 70 u
80 arracimadas en torno a los veladores.
El segundo monologuista, Alex Clavero, tuvo un discurso más coherente, continuado y comprensible, apoyándose también en una introducción musical y en algunas proyecciones en pantalla. Recurrir a la pandemia de la Covid-19 no es ya novedoso, pero resultó entretenido hacerlo desde un punto de vista crítico, mezclando lo cómico con lo absurdo. Le faltaron reflejos para saber callar en determinado momento mientras la gente reía, porque parte de sus juegos de palabras, en general bastante atinados, no llegaban al público con la nitidez necesaria. A pesar de esas deficiencias, su espectáculo titulado ‘La nueva normalidad’ ha resultado el más consistente de los tres programados.
Eso significa que ‘Punto para locos’, de Ángel Martín, teóricamente el más esperado por la popularidad del personaje, no resultó en absoluto el más interesante desde el punto de vista de la actuación teatral, porque su temática fue confusa, contradictoria y en buena medida fuera de lugar. Aunque recurrió y debatió sobre las abuelas fallecidas que lo observaban desde el otro mundo, aplicó a lo largo de toda su actuación el dicho popular de “no tener abuela”, es decir a nadie ajeno que cante sus alabanzas, porque se encargó él mismo de enfatizarlo reiteradamente, hablando de su libro, de su crisis psicótica y de realizar una especie de terapia grupal dando consejos a diestro y siniestro.
Fue quien menos se acomodó a la idea guía del festival de comedia zaragozano, porque apenas hizo reír al público. Sí ganó a sus dos colegas en locuacidad, verborrea sin límite y claridad en la dicción, vocalizando correctamente y haciendo que no se perdiera ni una sílaba de sus palabras, como un buen psicoterapeuta. Tal vez no pasó más allá de esa categoría, aunque consiguió una doble sesión, los días 1 y 2 de abril, basándose en la popularidad que ha ido consiguiendo en los últimos tiempos.
Francisco Javier Aguirre
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