LOS HIJOS DE CUALQUIERA. Crónica Teatral
Ha
finalizado en el zaragozano Teatro de Las Esquinas el ciclo ‘Mujeres a escena’,
que ha ocupado la tablas todos los miércoles de noviembre.
La
obra anunciada para la clausura despertaba mucha expectación por cuanto el tema
sobre el que versaba era un drama que se padece en nuestro país desde hace
varias décadas: el narcotráfico.
‘Los
hijos de cualquiera’ es una pieza escrita por Aldara Molero que, bajo su
dirección y la de Natalia Mariño, llevó al escenario la compañía Producciones
Bernardas, de Madrid.
Cinco
madres de familia en la costa gallega, Ana, Adela, Carmen, Toñi y Maica, se
confabulan para luchar contra el narcotráfico que está destrozando a sus hijos.
Ese marco histórico, correspondiente a los años 80 del siglo pasado, cuando
alcanzó su auge la heroína, puede trasladarse a otros puntos de la geografía
española e indudablemente a diversos países de nuestro entorno cultural.
La
obra plantea los problemas individuales, que se funden en un drama colectivo
frente al que las cinco protagonistas unen sus esfuerzos para llevar a juicio a
los narcotraficantes cuya actividad ha causado la muerte a varios de los hijos,
ocasionando otros graves perjuicios, así como diversos problemas familiares.
El
desarrollo escénico conjuga las situaciones personales con la acción conjunta
de las protagonistas, enfrentadas a un todopoderoso cártel narcotraficante que
finalmente resulta condenado en un juicio, en el que ellas participan dando su
testimonio.
Hay
mucha soltura expresiva en las actrices, cada una dedicada a sus labores y a
sus afanes, así como un buen ensamble en los contactos para llevar a cabo su empeño colectivo.
La
dramaturgia incluye momentos impactantes, como los toques a duelo de las
campanas, o la escena de una madre ante
la tumba de su hijo muerto por la droga, y el texto contiene un término clave, el ‘sistema', verdadero eje
oculto de toda la problemática que conlleva el narcotráfico.
Al
final de la representación hubo un coloquio con alguna alusión a dicho 'sistema' y a la necesidad de abordar política y jurídicamente esa lacra que perdura,
aunque su epicentro cambie de forma y de ubicación.
Francisco
Javier Aguirre
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