martes, 24 de mayo de 2016

NARCISO



NARCISO. Corría y corría siempre hacia los escaparates convencido de su atractivo. Estaba enamorado de su imagen desde el amanecer de su vida. Cuando se hizo mayor, su padre lo llevaba atado con una correa al sacarlo de paseo. Aún así, el hombre debía andar con precaución para que no le salpicaran los cristales porque el chaval se estampaba contra todos los espejos.

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