lunes, 17 de abril de 2023

LA POLÍTICA. Crónica Teatral

 

LA POLÍTICA.  Crónica Teatral

Los políticos no van al teatro. Como mucho, a ver alguna comedieta intrascendente. Me refiero a los políticos de profesión, a quienes llevan seis u ocho legislaturas en el machito, aunque sea cambiando de sendero, montura o postura. Y también me refiero a los de alto nivel. Alto nivel institucional, claro, nada que ver con el personal, que muchas veces no coincide. Y no van al teatro porque bastante ración embaúlan del género, la mayor parte cómico y algunas veces dramático e incluso patético, en sus reuniones congresuales, comisiones parlamentarias, sesiones plenarias, etc.

Todo este exordio viene a cuento de la extraordinaria puesta en escena, el pasado fin de semana, en el zaragozano Teatro de la Estación, de una obra titulada precisamente ‘La política’ producida por la compañía La Trapecista Autómata, de Madrid, con dramaturgia y dirección de Patricia Benedicto.

Son solo dos protagonistas, la una extraordinariamente locuaz y la otra absolutamente muda en cuanto a la palabra, pero no en lo relativo al gesto. En los aledaños vocifera una multitud exaltada. El prodigio verbal y gestual de la pieza, entre cáustica, cómica  y dramática, corresponde a Elena Corral, que es la presidenta de un gobierno elegido al parecer democráticamente, pero devenido en totalitario. 

Mientras se va expresando con una contundencia apabullante, cada una de sus manos, incluso cada uno de sus dedos, está contando una historia convergente con la palabra. Es un verdadero prodigio seguir la concomitancia de la voz y el gesto. La mirada ardorosa, los quiebros de la boca, las oscilaciones del tronco, la sinuosidad de los pasos… todo contribuye a potenciar la dureza de su discurso.  

A medida que especifica y desgrana su argumentación sobre la política que desde su cargo va a desarrollar, el espectador queda apabullado por la contundencia y la precisión de sus palabras. Un texto reforzado por el gesto, sobre todo el de las manos, como se ha dicho,  auténtico prodigio de significado, casi de prestidigitación. Lo que se cuenta y lo que se proyecta hacer desde la presidencia de esta tirana no tiene desperdicio, pero hubiera herido la sensibilidad de cualquier político de profesión con un ápice de inteligencia y una mínima capacidad para asimilar la crítica.

Una sencilla puesta en escena y una actuación compleja en cuanto a los detalles, convierten a esta obra en imprescindible para quien desee avivar su sentido de la política. La actriz muda, y no tan secundaria, interpretada por Laura Lorenzo, desempeña un papel fundamental como dama de compañía, incluso cuando se transforma en caballo, o en lebrel con un gesto lamedor y una postura sumisa insuperables.

                                               Francisco Javier Aguirre

 

 


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