Pronto se cumplirán los tres cuartos
de siglo desde que esta obra emblemática de Agatha Christie saltó a la escena británica,
en Nottingham. Una de las premisas universalmente aceptadas es que, al final
de la representación, un actor ruegue a
los espectadores de las próximas funciones que no revelen a nadie quién es el criminal.
El rito se cumplió escrupulosamente
en el Teatro Principal en el estreno de la obra, el pasado jueves, día 3. A
pesar de ello, es probable que en las ocho representaciones restantes durante
este fin de semana y el próximo, más de un espectador conozca el final, dados los saberes dramáticos que se suponen a buena parte de los asistentes.
Es gratificante comprobar cómo esta
obra, que se ha representado miles de veces a lo largo y a lo ancho de todo el
mundo, sigue estando en vigor por la riqueza de matices de sus personajes y la
sabia interrelación entre ellos diseñada por la dramaturga británica.
Desde su llegada a España en 1954, primero
en San Sebastián y seguidamente en Madrid, dos años después de su estreno, superan
la docena las versiones realizadas con diferentes actores y directores en nuestro
país. La ofrecida por Olympia Metropolitana, en versión de Ignasi Vidal y bajo
su dirección, que se puede contemplar en nuestro foro, respeta la estructura
original, modificando algunos detalles que la modernizan.
Vidal propone diferentes focos de
atención en la misma escena para
divertir al espectador y despistarle, sin que pueda centrarse en nada, sin que se
sienta cómodo siguiendo la trama, algo que diferencia su versión de la obra
clásica. El texto es prácticamente el mismo, pero adaptado en su forma, rompiendo
con la lógica teatral y ofreciendo diferentes datos de sospecha al mismo tiempo.
De este modo, la acción es más dinámica,
aunque los actores responden a los prototipos ideados por la autora, destacando
Diego Braguinsky como el histriónico señor Paravicini, por su original
desempeño del enigmático personaje que interviene diversificando las responsabilidades.
La dramaturgia sobria y la
escenografía realista resultan muy adecuadas a la acción y permiten un tránsito
fluido de los actores por el escenario. Los efectos especiales contribuyen
también a consolidar una obra imperecedera.
Francisco Javier Aguirre
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