EL MANUSCRITO DE INDIAS. Crónica
teatral
Recurrir a la auto ficción es una fórmula frecuente en la narrativa contemporánea. Aplicada al
arte escénico, puede resultar apasionante. Eso consigue Antonio Velasco, de la
compañía salmantina Teatro de Poniente, en la última obra del ciclo Delicias Clásicas
que ha estado ofreciendo a lo largo de cuatro sesiones, entre finales de junio
y principios de julio, el zaragozano Teatro de Las Esquinas.
El espectáculo auto
dirigido por el actor y por Raúl Escudero nos lleva a comienzos del siglo XVI
en la España volcada hacia el recién descubierto Nuevo Mundo, al que acuden un
tropel de individuos de toda laya y condición intentando hacer fortuna, desde
los frailes evangelizadores hasta los desheredados que tratan de participar en
el convite que sueñan, pero que han de empeñarse también en inesperadas aventuras,
más los combates con los nativos americanos.
De todo hay en ‘El
manuscrito de Indias’, un texto jugoso escrito por el propio intérprete, en el
que intenta acercar al mundo contemporáneo las sensaciones y las emociones que
vivieron aquellos esforzados pioneros de la colonización de los territorios
ultramarinos recién descubiertos.
El proceso narrativo es
preciso y muy sugerente, con un recorrido que se inicia desde el final de la
vida del protagonista para concluir del mismo modo. En medio, bien engarzados, infinidad
de sucesos, situaciones y aventuras trabajadas escénicamente con mucho vigor y
gran ingenio.
Del mismo modo,
sorprende la precisa y preciosa dramaturgia de la obra, destacando la capacidad mimética
de Velasco, que conjuga armoniosamente con una iluminación y un soporte sonoro
de gran efecto.
El acostumbrado coloquio
posterior a la obra, con el actor y la productora Iratxe Jiménez, fue muy ameno
y esclarecedor.
Francisco Javier Aguirre