lunes, 2 de enero de 2017

EL REGRESO

Desde que murió mi madre, la palabra Navidad me escocía en los ojos, me taponaba los oídos, se me ahogaba en la boca. Ella venía a acompañarme cada 24 de diciembre a la residencia donde fui ingresado al quedarme parapléjico y se quedaba conmigo toda la noche, hasta que me dormía. Por deferencia de la directora, era la única noche del año en la que dormía acompañado. Al amanecer el día 25, ya estaba mamá despierta y me había subido un desayuno especial, con permiso del personal del centro.
Después de su fallecimiento, han pasado siete años durante los cuales el silencio me ha taladrado las sienes durante la Navidad. El único consuelo han sido los sueños vaporosos que he tenido en estas fechas. Ella volvía a verme, pero no podía tocarme, y las palabras que decía eran inaudibles para mí.

Hoy estoy de suerte. Mi hermano mayor ha regresado de América después de muchos años de ausencia. Estoy en su casa y le he contado esto. Mis ojos y los suyos son más hermosos que nunca porque nuestras lágrimas tienen el aroma ausente de nuestra querida madre.

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