sábado, 3 de febrero de 2024

VIVE MOLIÈRE. Crónica Teatral

 

VIVE MOLIÈRE. Crónica Teatral

Insólito, inédito, inverosímil, casi imposible: siete interrupciones, siete, en el transcurso de una obra de teatro. Siete interrupciones de aplausos atronadores, que al final se prolongaron deteniendo los relojes de los espectadores. Todo el aforo del Teatro de Las Esquinas puesto en pie, salvo los perezosos. Puestos en pie los espectadores y casi levitando de satisfacción. 

Es inverosímil que cinco actores, dos mujeres y tres hombres, sean capaces de representar más de cuarenta personajes, extraídos de las obras de Molière, con una precisión, una sincronía, una caracterización, una gestualidad y una verosimilitud que causa asombro. 

La producción de Ay Teatro, dirigida por Yayo Cáceres y titulada ‘Vive Molière’, ofreció el viernes, día 2, doble sesión en el Teatro de Las Esquinas, una matinal para público joven y otra vespertina para todas las edades. Un buen amigo, gran experto en artes literarias y cinematográficas, que asistió a la función matinal, me puso un aviso sugiriéndome que no me perdiera la obra. Ya tenía previsto acudir, pero debo reconocer que la representación superó todas mis expectativas, lo que avala la opinión de mi amigo. 

Escenas y fragmentos de diez obras del genio de la comedia francesa del siglo XVII, fueron revividos por Laura Ferrer, Marta Estal, Juan de Vera, Kevin de la Rosa y Mario Portillo, contando con la aportación de Amalia Portes como madame Lumière, pieza básica para la adecuación lumínica de las escenas. Como lo fue la ya citada Marta Estal en su triple papel de clavecinista, soprano y actriz. Ella fue en buena medida quien desató los sucesivos aplausos intermedios que no interrumpieron la acción, sino que la encumbraron. Ella y el colectivo actoral, por añadido.

Los indudables méritos del director se vieron acrecidos por ser Yayo Cáceres también el autor y arreglista de la música interpretada al clavicémbalo electrónico por Marta Estal, ingrediente del máximo interés no solo para los melómanos sino para cualquier espectador atento. Ya hubiera sido el súmmum disponer de un instrumento original.

La rapidez y perfección de las caracterizaciones, el ensamblaje milimétrico de las escenas, el fastuoso vestuario de época, la escenografía, la versatilidad actoral, la habilidad versificadora, la precisión lingüística y la realización en su conjunto convierten a ‘Vive Molière’ en un espectáculo memorable.

Francisco Javier Aguirre

 

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