SILENCIO EXTRAÑO DE VERANO. Crónica Teatral
Mercucho Producciones
está presentando este fin de semana en el Teatro del Mercado la última obra de
Miguel Ángel Mañas titulada ‘Silencio extraño de verano’.
En un escenario
absolutamente despojado, testimonio de una cruda soledad, aparece un impactante
personaje sonoro creado por Luis Villafañe invadiendo los oídos del público
que llena el aforo del Teatro. Es como un presagio del drama al
que vamos a asistir.
No tardan en salir a
escena los personajes, una pareja a la que dan vida Inma Oliver y Jesús Bernal, y
su hija Blanca, interpretada por Ana Cózar. Comienzan a aparecer los hilos de
la trama que por obra de Diego Palacio, director de la obra, irán construyendo
un tejido cada vez más espeso.
El verano lo ha
invadido todo y agobia, no solo los cuerpos, sino también las mentes de los
protagonistas, que no encuentran salida al conflicto al que han de enfrentarse
dentro y fuera de su entorno familiar. Blanca está en libertad provisional con
cargos por haber matado a un hombre que abusó de ella. Sus padres tratan de
arroparla, pero su intento acaba fracasando. La víctima es declarada culpable.
No tarda en aparecer,
mediante recurso videográfico, la madre del muchacho asesinado, a quien
interpreta María Pérez Collados, físicamente presente entre el público en la
sesión de estreno. Debiera haber salido a saludar al escenario al finalizar, junto
al autor y el director, porque es una pieza clave de la trama.
La historia que va creciendo y consolidándose a medida que avanza la
representación, nos plantea varios temas de reflexión. Uno de ellos, quizá el
más leve, se refiere a la creación literaria secreta que está desarrollando la
madre. Mediante un recurso bien ideado, el uso de un micrófono, es la hija
quien va dando a conocer unos textos de intención poética bien expresada.
Un tema trascendental es el relativo a la violación sufrida por Blanca, que
en defensa propia asesinó a su agresor. El autor del texto no toma partido,
limitándose a exponer los hechos pero proponiendo al espectador una reflexión
sobre hasta qué punto la postura, la actitud, el gesto, la palabra, la
vestimenta y otros elementos concomitantes en manos de la mujer provocan la
violencia machista. Un tema arduo que invita al debate.
Otro importante es el propósito de venganza de la madre del muchacho
asesinado, que atemoriza con su gesto y su palabra a través de la proyección en
pantalla. Una pantalla que, a mi juicio, debiera haber sido un lienzo negro,
para facilitar el visionado de las imágenes que forman parte de la
representación. Los altibajos del fondo escénico dificultan la lectura de los textos que se proyectan.
La propuesta de Mañas es potente, las interpretaciones destapan el inframundo familiar, y el final dramático completa un espectáculo de alta densidad estética e intelectual.
Francisco Javier Aguirre
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