domingo, 6 de abril de 2025

LOS HERMANOS MACHADO. Crónica teatral

 

LOS HERMANOS MACHADO. Crónica teatral

Hay obras de teatro que uno vería dos, tres y más veces. Aun conociendo la trama y a los actores, en cada representación se pueden descubrir nuevos matices, se pueden despertar nuevas emociones, se pueden aplaudir interminablemente todos los elementos que la conforman. 

Eso me ha ocurrido al ver por segunda vez este extraordinario texto de Alfonso Plou, ahora en la proximidad que facilita el Teatro de Las Esquinas.

El estreno de esta sobresaliente producción de la compañía Teatro del Temple fue hace cuatro años en el Teatro Principal de Zaragoza, en circunstancias difíciles derivadas de la pandemia del Covid-19. Desde entonces, la obra ha rodado por decenas de escenarios recibiendo una acogida tan cálida que la hubiera hecho madurar, de no haberlo estado ya desde su  estreno.

Los hermanos Machado, bajo la dirección de Carlos Martín, reconstruye un momento clave de la historia de España y de los movimientos literarios del primer tercio del siglo XX, vivificándolo todo. El propio Carlos Martín, como Antonio, y Félix Martín, como Manuel, hacen vibrar las fibras más sensibles de la memoria histórico-literaria, con la insuperable colaboración de Alba Gallego interpretando a ocho mujeres diferentes, todas ellas implicadas en la existencia de los hermanos poetas.

La dramaturgia debida al autor del texto, al director de la obra y a María López Insausti, dota a la producción de una fuerza inusitada, de una profundidad que llega hasta los tuétanos de la inteligencia y a los recovecos más secretos de la sensibilidad.

La diversificación interpretativa de Carlos Martín, en el papel de camarada falangista que libera in extremis a Manuel Machado de las sospechas que penden sobre él, es de un impacto brutal. 

El violín de Alba Gallego, pulsado en rasgueo al desgaire, sirve en ocasiones como elemento disruptivo entre las sucesivas escenas de la trama. 

En conjunto, Los hermanos Machado es un prodigio de producción dramática que merece verse repetidamente, porque cada vez resulta más impactante.

Francisco Javier Aguirre

 

sábado, 5 de abril de 2025

BELLE ÉPOQUE. Crónica teatral

 

BELLE ÉPOQUE. Crónica teatral

Es frecuente hacer películas a partir de una obra literaria, pertenezca al género narrativo, al lírico o al dramático en todas sus vertientes. Lo contrario es infrecuente, por lo que la puesta en escena de este guión cinematográfico por parte del Aula del Teatro de Las Esquinas, bajo la dirección de Laura Plano, es una novedad reconfortante.

En un mundo plagado de plagios, remakes y producciones clónicas, tanto en el ámbito cinematográfico como en el literario, la propuesta de este nutrido elenco de actores aficionados, todos ellos adultos, tras un trabajo constante y consistente, tiene el aliciente de la originalidad. 

Originalidad en el planteamiento dramatúrgico, con una escena ocupada por paneles móviles que van diseccionando con agilidad y precisión los diferentes espacios y situaciones. Es atinada también la aplicación de la banda sonora elaborada por Óscar Plano y Fernando Salinas, algo como un leitmotiv, que envuelve el ambiente en una referencia reiterada, bien medida y nunca agobiante, a los inicios del himno de la fallida Segunda República española.

El guión respeta la autoría de Rafael Azcona en la película del mismo título, dirigida por Fernando Trueba en 1992, que obtuvo el Óscar a la mejor producción de habla no inglesa en 1993, además de otros muchos galardones. 

Los números festivos, particularmente el dedicado al tango, contribuyen a esponjar la trama, bastante divertida ya de por sí, a pesar del trágico comienzo.

El ritmo de la obra es ágil, con una dirección precisa que denota un gran esfuerzo por parte de todos los implicados, y una interpretación que resulta convincente en términos generales, destacando sobre todo el papel de los personajes femeninos. 

Francisco Javier Aguirre


viernes, 4 de abril de 2025

LA RATONERA. Crónica teatral

 


 LA RATONERA. Crónica teatral

Pronto se cumplirán los tres cuartos de siglo desde que esta obra emblemática de Agatha Christie saltó a la escena británica, en Nottingham. Una de las premisas universalmente aceptadas es que, al final de la representación, un actor ruegue a los espectadores de las próximas funciones que no revelen a nadie quién es el criminal.

El rito se cumplió escrupulosamente en el Teatro Principal en el estreno de la obra, el pasado jueves, día 3. A pesar de ello, es probable que en las ocho representaciones restantes durante este fin de semana y el próximo, más de un espectador conozca el final, dados los saberes dramáticos que se suponen a buena parte  de los asistentes. 

Es gratificante comprobar cómo esta obra, que se ha representado miles de veces a lo largo y a lo ancho de todo el mundo, sigue estando en vigor por la riqueza de matices de sus personajes y la sabia interrelación entre ellos diseñada por la dramaturga británica. 

Desde su llegada a España en 1954, primero en San Sebastián y seguidamente en Madrid, dos años después de su estreno, superan la docena las versiones realizadas con diferentes actores y directores en nuestro país. La ofrecida por Olympia Metropolitana, en versión de Ignasi Vidal y bajo su dirección, que se puede contemplar en nuestro foro, respeta la estructura original, modificando algunos detalles que la modernizan.

Vidal propone diferentes focos de atención en la misma escena  para divertir al espectador y despistarle, sin que pueda centrarse en nada, sin que se sienta cómodo siguiendo la trama, algo que diferencia su versión de la obra clásica. El texto es prácticamente el mismo, pero adaptado en su forma, rompiendo con la lógica teatral y ofreciendo diferentes datos de sospecha al mismo tiempo.

De este modo, la acción es más dinámica, aunque los actores responden a los prototipos ideados por la autora, destacando Diego Braguinsky como el histriónico señor Paravicini, por su original desempeño del enigmático personaje que interviene diversificando las responsabilidades.

La dramaturgia sobria y la escenografía realista resultan muy adecuadas a la acción y permiten un tránsito fluido de los actores por el escenario. Los efectos especiales contribuyen también a consolidar una obra imperecedera.

Francisco Javier Aguirre