LOS HERMANOS MACHADO. Crónica
teatral
Hay obras de teatro que uno vería dos, tres y más veces. Aun conociendo la trama y a los actores, en cada representación se pueden descubrir nuevos matices, se pueden despertar nuevas emociones, se pueden aplaudir interminablemente todos los elementos que la conforman.
Eso me ha ocurrido al ver por segunda vez este extraordinario texto de Alfonso Plou, ahora en la proximidad que facilita el Teatro de Las Esquinas.
El estreno de esta sobresaliente producción de la compañía Teatro del Temple fue hace cuatro años en el Teatro Principal de Zaragoza, en circunstancias difíciles derivadas de la pandemia del Covid-19. Desde entonces, la obra ha rodado por decenas de escenarios recibiendo una acogida tan cálida que la hubiera hecho madurar, de no haberlo estado ya desde su estreno.
Los hermanos Machado, bajo la dirección de Carlos Martín, reconstruye un momento clave de la historia de España y de los movimientos literarios del primer tercio del siglo XX, vivificándolo todo. El propio Carlos Martín, como Antonio, y Félix Martín, como Manuel, hacen vibrar las fibras más sensibles de la memoria histórico-literaria, con la insuperable colaboración de Alba Gallego interpretando a ocho mujeres diferentes, todas ellas implicadas en la existencia de los hermanos poetas.
La dramaturgia debida al autor del texto, al director de la obra y a María López Insausti, dota a la producción de una fuerza inusitada, de una profundidad que llega hasta los tuétanos de la inteligencia y a los recovecos más secretos de la sensibilidad.
La diversificación interpretativa de Carlos Martín, en el papel de camarada falangista que libera in extremis a Manuel Machado de las sospechas que penden sobre él, es de un impacto brutal.
El violín de Alba Gallego, pulsado en rasgueo al desgaire, sirve en ocasiones como elemento disruptivo entre las sucesivas escenas de la trama.
En conjunto, Los hermanos Machado es un prodigio de producción dramática que merece verse repetidamente, porque cada vez resulta más impactante.
Francisco Javier Aguirre