LA MÚSICA. Crónica Teatral
Hace cincuenta años, Stanley Kubrick utilizó como leitmotiv
para su película ‘Barry Lyndon’ el segundo movimiento, Andante con moto, del ‘Trío
n° 2, Op. 100’, de Franz Schubert. Con esta misma melodía se abre el telón de ‘La
Música’, de Marguerite Duras que, en versión y bajo la dirección de Magüi Mira, se está
representando estos días en el Teatro Principal de Zaragoza. Impactante inicio sonoro
que anticipa el tono lúgubre y el ambiente tenso en el que se va a desarrollar
la trama de la pieza dramática interpretada por Ana Duato y Darío Grandinetti.
Esta pareja de divorciados se encuentran en un hotel al cabo
del tiempo para concretar los últimos detalles de su separación. En palabras de
la autora, “La Música es un constante reescribir la imposible partitura del
amor”. La acción transcurre en una noche desquiciada, pero de forma paradójica,
porque los interesados comprueban que les unen más proximidades que distancias
tienen, aunque las segundas parecen irreversibles. Por momentos intentan
reconstruir un pasado que rememoran caótico y desgarrador, pero ya en su
madurez comprenden que va a resultar difícil, si no imposible.
Hablan y hablan, se acercan y se distancian, se abrazan y se
repelen, se acarician y se martirizan con recuerdos lacerantes, jugando con las
posturas y midiendo las distancias, utilizando la iluminación escénica para
situarse a la luz o en la penumbra, todo un simbolismo de su alterado estado
anímico.
La interpretación de ambos actores es muy convincente,
acertando a reflejar lo patético de la situación con gestos e inflexiones de voz
quebrada que descubren unos intentos de aproximación condenados probablemente
al fracaso. Como dice la copla popular, atribuida a Antonio Machado: “Ni contigo ni sin ti tienen mis
males remedio, contigo porque me
matas, sin ti porque me muero”.
Francisco Javier
Aguirre