Disonancias,
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EMIGRANTES DE AYER Y
DE HOY
‘Cartas de las
golondrinas’ es una pieza de teatro, original de Blanca del Barrio, que ha
pasado con notable éxito hace unos días por el zaragozano Teatro de la Estación, y
también por varias salas de la Red de Teatros Alternativos que abarca
escenarios de Andalucía, Aragón, Baleares, Canarias, Navarra, País Vasco,
Cataluña, Comunidad Valenciana, Galicia, Extremadura, Cantabria, Asturias y
Madrid. La ‘Escena Miriñaque’, de Cantabria, realiza una extraordinaria
interpretación de este asunto planetario –las migraciones– a través de dos
buenas actrices: Noelia Fernández y Esther Aja.
El tema es universal
y, al parecer, inevitable. Los vaivenes de la historia y del clima han obligado
a millones de individuos a desplazarse en busca de la supervivencia. La pieza
teatral enfoca el problema desde la memoria que ha dejado en nuestra sociedad
la correspondencia de los españoles emigrados a países sudamericanos –fundamentalmente
Argentina y Uruguay– durante las primeras décadas del siglo XX. La trama gira
en torno a los asuntos, tanto graves como livianos, que los emigrantes retratan
en sus cartas. Pero ¿puede haber un asunto liviano en quien se ha visto
obligado a desterrarse, a desarraigar su presencia, a rendirse a la opresión de
la realidad?
El dramatismo de
muchas de estas cartas se transmite en la obra a través no sólo de la palabra
sino también de los gestos y actitudes de las actrices. El mensaje llega
nítido, intenso y lacerante. El espectador se siente trasladado a situaciones
que desconoce personalmente, pero que sin duda pueden tener referencias
próximas: no en vano la segunda oleada de emigrantes españoles tuvo lugar hace
medio siglo, en este caso hacia Europa. Aunque en la pieza teatral no se hace
alusión directa a ella, subyace en el texto una vibración comprensiva del
problema en su conjunto.
Sí aparece, aunque de
modo esquemático, la realidad actual, como si cada medio siglo nuestro país se
viera obligado a perder una buena parte de su potencial operativo. La
diferencia en cada una de las etapas es sustantiva: en los años 10, 20 y 60 del
siglo XX se trataba generalmente de mano de obra sin cualificar; la diáspora
posterior a la Guerra Civil, en los años 40, tuvo como denominador común la
confrontación política y afectó al mundo intelectual muy crudamente. En la
actualidad, el drama abarca a gran parte de una juventud bien cualificada que
se ha esforzado en el desarrollo de su capacidad tecnológica y no encuentra una
salida laboral digna en nuestro país.
Sería muy interesante
hacer una recopilación de cartas de estas últimas ‘golondrinas’; unos mensajes
rápidos, de trayecto veloz a través de Internet, pero sin duda llenos de un
dramatismo similar a los que envolvían sobres de papel y garantizaban sellos de
correos a lo largo de todo el siglo XX.
Francisco
Javier Aguirre
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