Disonancias,
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INDOLENCIA UNIVERSITARIA
Lo dicen los
profesores más enrollados y más implicados en su tarea: los universitarios de
hoy, en general, son indolentes. Salvo excepciones, aspiran a concluir una
carrera, obtener un título y conseguir un trabajo vinculado a sus
conocimientos. Les importa poco su formación integral; pasan de lo que no sea
productivo, inmediato, rentable. Es la perspectiva general.
¿De dónde procede el
desinterés? Los profesores universitarios lo atribuyen a las etapas anteriores
del proceso educativo. También se refieren al ambiente social que estimula el
consumismo, el hedonismo, la apariencia y la superficialidad. Si tienen ya
cierta edad –más de 50 años– establecen un marco comparativo con su etapa de
alumnos, claramente favorable para ellos en lo que se refiere a la creación de
una inquietud intelectual en su época, que hoy no consiguen despertar en sus
aulas. Seguramente es ya tarde.
Por fortuna hay
estudiantes que se salen de este marco, pero son pocos. Vista la situación desde
el exterior, hay que dar la razón a los profesores porque el panorama que se
observa en el mundo universitario es realmente pobre en lo que se refiere a las
aficiones, intereses e inquietudes universales que debieran cultivarse en ese
ámbito.
Para muestra, un
botón: durante los días 23, 24 y 25 noviembre del presente año se celebró en
Zaragoza el IV Certamen de Teatro No Profesional en el Centro Cívico
Universidad, en colaboración con la Escuela
Municipal de Teatro.
Hubo seis espectáculos, y uno concreto realizado por el Aula de Teatro de la Universidad
Carlos III, de Madrid,
presentando Las Mujeres Sabias, de
Molière. La versión castellana de Paloma Zavala, directora al mismo tiempo de
la representación, resultó excelente, y los nueve actores realizaron un gran
papel, tanto individual como colectivamente. La escenografía de Ariel Díaz,
suficiente. La banda sonora, a buen nivel.
A partir de ahí,
cierta desolación: entre el público no había gente joven. El aforo de la sala
tiene una capacidad para 120 personas, y el acceso era libre. Los espectadores
alcanzaban el medio centenar, aproximadamente. El lugar es céntrico, de fácil
localización. Está a 300 metros del campus de la Ciudad
Universitaria, en cuyo
entorno –Colegios Mayores incluidos– viven varios millares de estudiantes. La
hora, 12 del mediodía, es propicia teóricamente para ellos, aunque se haya
prolongado la fiesta del viernes-noche. Pues bien, entre los asistentes al
espectáculo no había gente joven. Claro que tampoco –al menos por las pintas–,
profesores universitarios ni de otros niveles educativos. ¿Ni siquiera por un
cierto sentido solidario con los esforzados
intérpretes del Aula de Teatro de la Universidad
Carlos III, de Madrid?
Francisco
Javier Aguirre
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