Disonancias,
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HUELGA CONTRA MÍ
MISMO.
Soy un profesional, un
médico de prestigio, un abogado con clientela, un alto funcionario, un
comerciante con el negocio saneado que no ha tenido que cerrar, un ejecutivo de
una empresa solvente, un director de oficina bancaria que realiza una buena
gestión, un farmacéutico con oficina propia en un barrio muy poblado, un
político de raza sentado en la poltrona durante decenios… soy, en definitiva,
una persona de economía desahogada que se permite salir a cenar a restaurantes
de lujo con los amigos casi todos los sábados, y a comer con la familia muchos
domingos, que tiene un pequeño yate atracado en un puerto deportivo del
Mediterráneo, muy próximo al lugar donde posee una segunda vivienda para las
vacaciones, y que, siendo aficionado a la vida marítima, realiza al año al
menos un crucero de alto standing. A veces, incluso, el tiempo de asueto le
permite hacer algún viaje de ensueño por la lejana Asia o la fraterna América
durante una o dos semanas.
Resido en una vivienda
unifamiliar, bien comunicada con la ciudad, con un pequeño jardín privado y una
piscina comunitaria que siempre está impecable porque tenemos contratado su
mantenimiento con la empresa de un amigo que se esmera en ofrecernos un trato
preferencial. En casa disponemos de tres baños completos y de un aseo al que se
puede acceder desde el jardín. Entre el despacho y las habitaciones hay cinco
ordenadores, uno fijo y cuatro portátiles, que ahora usamos poco porque cada
uno de los miembros de la familia tiene su iPhone y su iPad. Hay también cuatro
televisores, todos de plasma y uno de ellos, el del salón, con una pantalla de
56 pulgadas. Tenemos también varios móviles, unos de carácter privado y otros
para atender asuntos del trabajo o de los negocios, que tampoco usamos mucho,
pero mantenemos en servicio porque son necesarios. Me da cierto apuro citar el
número de bombillas que hay en toda la casa, incluido el sótano con su bodega;
un día las conté por curiosidad y me quedé pasmado. Cierto es que no todas se
encienden al mismo tiempo, pero ahí están.
Añadiré que en el
garaje de la vivienda tenemos dos vehículos y que en el parking de un centro
comercial compramos hace años una plaza grande donde también tenemos otro
vehículo, el más antiguo, un todoterreno que usamos de vez en cuando para
excursiones familiares o personales por las zonas montañosas o los espacios
rurales próximos a la ciudad.
No revelaré más
detalles sobre mi vida, salvo uno: reflexionando sobre las circunstancias
actuales que afectan a la mayor parte de los ciudadanos de este país y de este
continente, he decidido iniciar dos cosas: primero una manifestación privada y
luego una huelga parcial, pero indefinida, contra mí mismo y mi forma de vida.
Francisco
Javier Aguirre
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